¿Hasta cuándo la Administración de Justicia en Colombia seguirá con los mismos esquemas?
La pregunta del
título se fundamenta en una reflexión que hice hace algunos meses a propósito de la extensión de
las sentencias de la Corte Constitucional. El ejercicio de la profesión de
abogado y la Administración de justicia en Colombia requieren un cambio
urgente, es imposible que se mantengan los sistemas del siglo XIX y todos
resignados a esperar un milagro, sin que se proponga un giro total. Escribo
motivada por la experiencia del pasado miércoles 3 de abril de 2019 cuando fui a acompañar a una amiga a la sede de los juzgados situada en la carrera 10 #14-33
de Bogotá. Confieso que después de un largo receso en el litigio tenía la idea
que algo podía haber mejorado en el servicio, pero mi sorpresa fue total al ingresar y encontrar la cantidad de personas, demandantes, demandados,
abogados, intermediarios y usuarios en general, en unas instalaciones incómodas y riesgosas por lo vetusto de
edificio, que ya presentó una emergencia hace algún tiempo, donde lo único
moderno es el sistema de pedir el turno y acudir a la ventanilla para que el funcionario
revise en un computador y le dé una
respuesta incompleta, lo remita al respectivo juzgado o un ”vuelva en una semana, o dos o más”.
El ejemplo es
sólo la punta del iceberg, porque el funcionamiento de nuestros juzgados,
tribunales y cortes, está regido por el sistema de derecho escrito en el cual
todo se tramita en papel y se forman los llamados “expedientes”, que luego
pasarán a los archivos de documentos, que acumulan miles de empastados que
tienen la historia de los trámites de interminables de procesos. Para aquellos lectores que
no han necesitado acudir a una dependencia judicial, resultará extraño mi
comentario, pero en realidad es incomprensible que los colombianos estemos resignados y sometidos
a un sistema arcaico, demorado y costoso.
Para ilustrar
quiero comentarles lo que me sucedió hace muchos años cuando litigaba: un
colega me sustituyó un poder y cuando lo presenté en el juzgado, el secretario
socarronamente me dijo: “¿Usted piensa revisar el expediente?” - Claro- le
respondí y me dijo "venga le muestro una parte". Eran unas 50 o más carpetas arrumadas y, ante mi sorpresa, continuó, "estas son las últimas actuaciones, el
resto está en otro archivo que ocupa un cuarto completo”.
En la era digital,
cada vez es más difícil mantener un sistema que exige desde el inicio hasta el
final del pleito centenares de folios y paso de varios años para definir un
asunto. Es urgente un cambio radical que implica desde la formación del abogado
en las facultades de Derecho, pasando por los congresistas dispuestos a expedir
leyes para el siglo XXI que permita a los jueces definir los procesos en corto tiempo y expedir sentencias concretas. Se requieren los cambios legales para que no
tengamos cientos de códigos y leyes extensas que se reforman permanentemente y
que muy pocos leen.
Las nuevas
generaciones no merecen heredar un sistema tan antiguo,obviamente hay
principios, derechos, deberes que tienen vigencia, pero el exceso de normas, la
metodología de las sentencias en las cuales se transcriben citas y largos
textos de otras providencias judiciales no deben seguir siendo las formas de sustentar una decisión.
En la última década del siglo XX se extendió por América Latina, la corriente de la
argumentación y contra argumentación y las teorías de un nuevo constitucionalismo, que
ocasionaron reformas y cambios en la organización jurisdiccional. En Colombia, la creación de la Corte Constitucional
generó muchas expectativas sobre un nuevo Sistema Judicial, las facultades de Derecho crearon
especializaciones y maestrías con miras a formar juristas con otras visiones que
se creían de avanzada; sin embargo 17 años después, requerimos un nuevo
esfuerzo para responder a una sociedad que tiene tendencia a la rapidez, al
cambio e inmediatez. Una sociedad organizada
requiere que las personas puedan conocer sus derechos, sus obligaciones y prohibiciones para vivir en paz; igualmente necesitan formarse y aprender a solucionar sus
conflictos.
Finalmente todos tenemos derecho a que sea real el principio de "pronta y cumplida justicia".
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